
La Valentia de Neo y Truman.
El arte de abandonar la Zona de Confort.
En la película Matrix, la primera parte allá por 1999, Thomas Anderson, quien de día era un empleado desprolijo y de noche era un hacker que se conocía como Neo, tenía la impresión de que había algo más, que había ‘fallos’ que lo llevaban a pensar en algo más allá de lo que veía. Morfeo, otro reconocido hacker, hace contacto con él primero a través de un mensaje en su computadora (“Matrix te posee” chan!) y luego, gracias a la siempre impoluta y de negro Trinity, logran encontrarse. El motivo? Ofrecer una respuesta a eso que anda dando vueltas en la cabeza y en el alma de Neo: Qué más hay? Para poder obtenerla debe hacer un acto de renuncia: a la vida tal como la conoce hasta ese momento. Entonces le ofrecen dos opciones: frente a él hay dos píldoras, una azul y una roja. Si toma esta última podrá despertarse a la verdad, descubrir qué es Matrix. De lo contrario, si elige la pastilla azul, todo esto será olvidado, despertará en su cama como si hubiera sido un mal sueño para volver a llegar tarde a su trabajo.
Neo elige la pastilla roja (por surte, nos hubiéramos perdido una grandísima película) y despierta a un mundo lejos, muy lejos, de ser paradisíaco.
Por otra parte tenemos a Truman. Se trata de una película de 1998, The Truman Show, con una fotografía mucho más naif y pintoresca y un Jim Carrey siempre sonriente. Truman Burbank, así se llama el protagonista, está siendo filmado aún antes de nacer. Su vida es registrada a través de miles de cámaras ocultas, las 24 horas del día y es transmitida en vivo a todo el mundo. Todo transcurre en una preciosa Seahaven, una ciudad ficticia, un gran estudio de filmación vigilado, al mejor estilo foucaultiano, por Christof, el director y artífice de todo esto. Al llegar a sus treintis, ya con un matrimonio, una casa, un pasado y una historia constituída (incluyendo, obviamente un primer amor que atesora) empieza a notar que hay cosas, eventos, situaciones fuera de lugar, y cuando empieza a prestarles atencion cada vez más invitable es dejar de verlo. Entonces, aparece la pregunta, más o menos la misma que se hizo Neo. Cuestiona su vida, ata cabos, busca formas e intenta escapar. Su entorno cada vez le pone más y más trabas. Pero Truman, a pesar de ello, se sube a un barco y escapa. Se ata al mástil, como un guiño al canto XII de la Odisea, donde Ulises lo hace para soportar el tentador canto de las sirenas, por miedo a (volver a) perderse. Finalmente el barco llega al borde del estudio, choca contra una pared pintada de cielo y aterrorizado, pensando que no había salida, ve la puerta, la inocente y absurda puerta que dice “Exit”. Christof trata de convencerlo, él hace su típico saludo y se retira. Atraviesa esa puerta.
Hasta acá, todo genial. Si no viste las películas las recomiendo, en lo personal cada vez que las encuentro las vuelvo a mirar, una mejor que la otra. Pero qué tienen que ver Neo y Truman? Uno embutido en un mundo oscuro y el otro jugando un papel que siquiera sabe que tiene.
Nos vamos acercando. Ambos se parecen en que se animaron a cambiar. Ambos abandonaron un status quo conocido, no genial (podríamos pensarlo en el caso de Truman, pero hasta ahí), pero que era funcional. En ambos casos aquello que los contenía (La Matriz para Neo, El estudio de Christof para Truman) les ofrecía la pecera donde moverse, allí podían actuar como siempre, obtener lo de siempre y hasta quejarse como siempre. En ambos casos estaba esa inocente espada de Damocles edulcorada en forma de pregunta, pero que bien hubiese sido negada o asimilada bajo un “así es la vida”, dando vueltas en la cabeza de los dos. Ambos decidieron por el camino largo. Ambos decidieron salir de la famosa zona de confort.
Muchas veces escuché una pregunta más que razonable: si es de confort, por qué salir? Bien, el equívoco esta en confundir confort con bienestar. La zona de confort es aquello a lo que nos hemos acostumbrado (“mal pero acostumbrado” respondía siempre un amigo cuando preguntábamos cómo estaba) y que nos resulta funcional, pero que generalmente no nos brinda nada nuevo. Una maravillosa manera de ilustrarlo fue el inicio de una de las películas de Capusotto (Creo que era Capusotto y sus 3D), donde a un pájaro, que chilla por ser libre, le van surtiendo su jaula de artículos (comida, TV, equipo de música, una Play Station, libros, un cómodo sillón) y que finalmente cuando le abren la jaula, decide quedarse… está cómodo… en su jaula, en su zona de confort.
Volviendo a Truman y a Neo, ambos deciden dar el salto. En el caso de Neo, despierta en un mundo mucho más sombrío, apocalíptico, desnudo y expuesto. Lejos de ser el paraíso, va a parar a la Nabucodonosor para, junto con Morfeo, librar la batalla que salvará a la humanidad… quien querría despertarse ahí? El mismo se lo preguntó. En el caso de Truman, vemos cómo el mundo entero celebra el fin del reality, al parecer va a ser recibido con bombos y platillos, muestras de cariño y hasta una novia… pero es el mundo real baby, donde las cosas no son fáciles ni mucho menos dadas ya masticadas por Christof.
Una vez tuve un sueño. Estaba con un grupo en el Caribe. Todo allí era perfecto: colores, sabores, temperatura…todo. Cuando nos acercábamos a la playa veíamos que el mar estaba dividido: a 5 metros de la arena había como una especie de barrera, no era una muralla, era sobre el nivel del mar, no muy ancha, que dividía el mar calmo y seguro del mar abierto e insondable. La tarea era cazar sirenas. Todos nos fuimos a buscarlas. Chapoteamos sin éxito. Al cabo de una hora el coordinador del grupo vuelve a reunirnos y, frustrados, le mostramos nuestras manos vacías. él preguntó dónde habíamos ido a buscarlas, y le respondimos que “allí, de este lado de la barrera”. él, suspirando, dijo que no, que volvamos, que las sirenas sólo se encuentran del otro lado, en el mar abierto. Recuerdo despertarme aun sintiendo el terror de la tarea: buscar las sirenas, eso que hacía que valiera la pena todo, estaba del lado “peligroso” del mar, donde podía encontrarlas pero donde algo podía perder.
El mismo que preguntó por qué salir de la zona de confort me preguntaría ahora: con más razón, por qué si encima hay riesgo?!
En todos los casos, sólo así existe la posibilidad de lograr algo distinto. Tanto el pájaro de Capusotto, Neo, Truman o yo misma en ese sueño lograríamos algo siempre y cuando demos ese salto de fe.
Puede que el mundo al que te despiertes no sea genial, pero es real, y solo en ese aspecto es posible de ser cambiado. Sólo así, como Truman o Neo, uno es realmente libre.
El proceso puede verse arduo, difícil. Pero te invito a preguntarte si alguna vez, al tomar un riesgo, te arrepentiste.
Epsi te acompaña.
Abril de 2020